La mayoría de los padres pasan la mayor parte de su vida buscando complacer hasta el más mínimo capricho de sus hijos y hacerlos felices.
Como educador e investigador de la familia me entristezco al conocer historias de angustia y desilusión cuando los padres consienten demasiado a sus hijos: “No entiendo por qué mi hijo reprueba y no va a la universidad. Tiene carro, permisos con amigos, dinero en sus salidas. No le falta nada”.
Claro que falta y mucho: exigencia, límites, condiciones, en otras palabras: disciplina. Pero cuando hablo de esto, los padres se excusan diciendo: “No quiero perder el amor de mi hijo. Luego me dice que me odia”.
Estos papás ya perdieron el amor de sus hijos, ya que solamente los ven como proveedores de sus caprichos y, cuando no los tienen, reaccionan de modo desafiante y hasta agresivo, exigiendo todo y sin dar nada a cambio.
Escucho constantemente historias de padres que tienen miedo de sus hijos. Miedo de perder su amor, miedo de que los abandonen y miedo de que los odien. Tratan constantemente de complacerlos y hacerlos felices, pero su resultado es opuesto: más vulnerables y frágiles.
Los índices de ansiedad, depresión, adicciones a las drogas, deserción escolar, alcohol y suicidios van al alza. Las tendencias han cambiado en los últimos años.
En el pasado, los niños respetaban a los adultos y ahora los padres respetan a sus hijos. ¿Cómo vemos si ambos nos respetamos?
Antes, los niños tenían vemos de sus padres; ahora, los adultos son “buleados” emocionalmente por sus hijos. ¿Por qué no buscamos una relación de amor y firmeza?
“Te debe dar pena”, era algo común para corregir a los niños cuando tenían una conducta no deseada. “Eres el mejor”, “eres el campeón” o “eres la más hermosa” son oraciones que se dan aún sin merecerlas.
¿Por qué no reconocemos sólo logros significativos y usamos con respeto, oraciones para corregir?
Imaginemos que vamos en un avión y el piloto es tu hijo de 4 años de edad. Él tiene el mando de decidir el destino, tiene la autoridad de cuándo despegar o aterrizar o cambiar el rumbo cuando le plazca ¿Estaremos seguros de llegar a nuestro destino? Creo que no.
Tú debes volar el avión, no tus hijos.
Probablemente, podamos escucharlos y desviar un poco nuestro rumbo, pero rectificamos hacia el mejor camino para ellos. Los pilotos somos nosotros y, aunque griten, pataleen y nos digan que “nos odian”, nuestros esfuerzos están en lo mejor para la familia.
El objetivo más importante de los padres es darles las mejores herramientas y prepararlos para el camino tan difícil que les va a tocar en su vida y no que nos amen. No queramos comprar su amor hoy porque nos odiarán en su adultez.
En cambio, si nos odian hoy por no darles todo lo que desean, nos amarán mañana cuando tengan y logren todo por ellos mismos.